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De Prada posa en el Patio Herreriano, donde interviene hoy miércoles en el Aula de Cultura de El Norte.
«En estos tiempos Santa Teresa habría sido aplastada o destruida»

«En estos tiempos Santa Teresa habría sido aplastada o destruida»

Juan Manuel de Prada, escritor

Jesús Bombín

Miércoles, 7 de octubre 2015, 09:30

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El castillo de diamante (Espasa) es la última novela de Juan Manuel de Prada (Vizcaya, 1970), una obra en la que explora en las complicadas relaciones que mantuvo Santa Teresa con la princesa de Éboli, Ana de Mendoza. Acude el miércoles 7 de octubre al Aula de Cultura, patrocinada por CaixaBank, que se celebrará en el Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo para hablar de su novela, de la época en la que se ha documentado para escribirla y de la atracción que siente por cómo se manejó Santa Teresa en su época.

¿Qué le llevó a fijarse en Santa Teresa como personaje literario e histórico?

Mi interés viene ya de muy antiguo por la lectura de su obra. Elegí este episodio porque me pareció muy sintomático de lo que era en aquella época la relación de la religión con el poder político, y porque me permitía confrontar a dos mujeres excepcionales, a Santa Teresa y a la princesa de Éboli. Lo que conocemos de la relación que mantuvieron es poco, porque ni siquiera sabemos cómo se conocieron, ni la razón profunda de su desavenencia; en cambio, sí se sabe que la princesa ofreció a Santa Teresa fundar un convento de monjas en Pastrana, que era la sede de sus estados. Cosa que resulta sorprendente porque Teresa había sido beneficiada por la Casa de Alba, enemiga acérrima de los Éboli.

¿Qué interpretación hace de ese contexto?

Esa situación demuestra que ayudar a Teresa era el modo de las familias nobles de la época de agradar a Felipe II. Y sabemos que la fundación de ese convento no fue bien, que surgieron un montón de desavenencias entre la princesa y Santa Teresa y que eso iba a agravarse cuando la princesa, después de enviudar, exige que la admitan como monja en un convento donde quiere trastrocar por completo la vida de recogimiento de las monjas. Con esos hilos que dejan muchas lagunas, muchos huecos difíciles de conocer, me propuse escribir esta novela. La historia en gran medida está fabulada, por supuesto, porque hay cuestiones que no conocemos ni podremos conocer nunca, pero hay un hilo vertebrador basado en hechos históricos.

¿Qué le atrae de su personalidad?

Su figura me fascina porque en ella hay un componente verdaderamente llamativo que no se da en otros místicos, y es que siendo una mujer muy ensimismada en sus coloquios divinos, en sus experiencias místicas, es al mismo tiempo una persona muy preocupada por las cuestiones menudas, mundanas, y esto resulta sorprendente. El místico es alguien que vive apartado del mundanal bullicio, en una especie de torre de marfil, ajeno a las intrigas y a las miserias de los mortales. En Santa Teresa esto no se produce, siempre fue una mujer muy implicada en las cuestiones de su tiempo, y junto con la mística convive la fundadora, la mujer que goza de arrobos y de gracias espirituales, que se monta en una mula y un carro y recorre los caminos de España para fundar conventos.

¿Cómo ha trasladado esa complejidad humana a la obra?

He intentado hacer ver que es una mujer que vive fuera del mundo en sentido espiritual y al tiempo no desdeña pelearse y reñir batalla con el mundo para sacar adelante su reforma religiosa. Y es aun más atractiva cuando, a medida que intensifica sus experiencias místicas, lejos de traducirse en un alejamiento de las preocupaciones humanas, lo que se produce es una humanización mayor. Y dentro de esa humanidad destacan dos rasgos interesantes: Uno, que su vertiente de fundadora, de andariega, tiene mucho que ver con el ideal de la caballería andante. Y otro ingrediente seductor es su sentido del humor, que le permitía reírse de todo, de sus detractores y enemigos, de sus benefactores y mecenas, en general de todos los poderosos a quienes veía como palillos de romero seco, como autoridades frágiles y quebradizas. Y sabía reírse de sí misma, es uno de los rasgos más atractivos de su personalidad. Me atrae eso y no esas cosas absurdas que se dicen de que si fue rebelde, adelantada a su época o feminista.

Sin embargo, bajo esa interpretación se han escrito también varias obras al calor del V Centenario de Santa Teresa.

Eso son proyecciones del espíritu contemporáneo sobre épocas pasadas. Muchos retratos están pintando a una modernista o feminista de nuestro tiempo, es una cosa absurda, cuando es todo lo contrario, fue mujer de su época porque en otro siglo hubiese sido aplastada, o destruida. Y no digamos ahora, porque en la España de Felipe II, en contra de lo que se piensa, una mujer como Teresa pudo florecer y no fue una excepción. En nuestra España Santa Teresa se habría encontrado con trabas; en primer lugar, por sus visiones. Entonces fueron reconocidas como tales y hoy habrían sido consideradas alucinaciones y la habrían metido en el manicomio, la hubieran sacado en todos programas progres de derechas y de izquierdas de la televisión, en espacios casposos diciendo que habría tenido relaciones sexuales con frailes. Si llega a fundar conventos hubiese tenido que pagar comisión al concejal corrupto para que le recalificara el terreno, pagar comisiones al constructor..., no la habrían dejado vivir a la pobre, la habrían destruido por todas partes y nunca habría tenido el apoyo de familias nobles, porque hoy día la oligarquía financiera se dedica a financiar causas solidarias en el tercer mundo, cómo van a financiar una reforma religiosa, tan poco laica. Hubiera sido aplastada en el mundo de hoy.

¿Qué espera de sus lectores?

Los imagino almas libres, personas que no comulgan con el espíritu de esta época y que aman la literatura a la antigua usanza, la que aspiraba a mostrar una visión de la realidad, comprometida con las cosas que pasan y con la búsqueda de belleza.

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